Una vez en un concurso de oratoria, ya en la instancia final, me dice una de las jurados, así como disculpándose por su deliberación, «no es sobre lo que se dice, sino cómo se dice». Recuerdo que incluso ella había utilizado una fábula , la de un Rey y dos sabios:
Érase un rey poderoso que había pasado una mala noche. En su sueño, una horrible pesadilla le hacía experimentar la pérdida de todos sus dientes. Se despertó preocupado, y enseguida mandó llamar a uno de sus fieles consejeros para interpretar la visión. El sabio escuchó el relato, y soltó su interpretación. “Su majestad. Siento comunicarle que este sueño trae malas noticias. Significa que todos sus familiares morirán”. Al escuchar la noticia el rey enfureció contra el consejero. La impertinencia del aviso le cegó de ira, y mandó a sus soldados que castigaran al sabio con una sesión de latigazos. Como seguía preocupado, mandó llamar a otro de sus hombres de confianza. El segundo sabio escuchó con atención, y después de un momento de reflexión comentó su interpretación del sueño. “O rey afortunado. Este sueño es una bendición. Significa que sobrevivirá a todos sus parientes.” Contento con la interpretación, el rey se dejó llevar por su buen humor y regaló al consejero una bolsa de monedas de oro. Un sirviente que había observado las dos escenas se acercó al segundo sabio mientras este salía de los aposentos del rey. “Excelencia. Disculpe mi ignorancia, pero ¿lo que le dijo al rey no significaba exactamente lo mismo que la interpretación del otro sabio? ¿Por qué entonces él recibió un severo castigo y usted un fastuoso premio?” “Es cierto. La noticia que dí al rey era la misma. Pero la forma de comunicarla fue muy diferente. Aprende que la presentación de tus palabras tiene tanta importancia o más como el significado de las mismas”
Daba la casualidad que la misma fábula la había leído días antes, en alguna noche insomne y se me quedó el mensaje… no es lo que decís, sino cómo lo decís.
La semana pasada finalizaba con las novedades sobre los preparativos para el festejo del aniversario de la ciudad. Sesenta y tres años. Tras las novedades, llegaba el aluvión de criticas, y de criticas a las criticas, y de criticas a las criticas de las criticas, y una de las cosas que me llamó la atención fue el «¿Y vos quién sos?», aclaro por las dudas que no me lo dijeron a mí, se lo dijeron a personas que aprecio y conozco por su trayectoria. Y acá se engancha la fábula de arriba con lo que quiero decir, no está mal preguntarle a alguien «¿y vos quién sos?, no somos un pueblito chico, no nos conocemos todos, día a día van migrando personas, y obviamente son las circunstancias las que nos atraen y nos ponen en el mismo lugar cada tanto y terminamos conociéndonos.
Dejo este diseño por acá para distraerlos del texto
En cultura pasa eso, hay diversos sectores, no sólo por la disciplina que desarrollan, sino también por la afinidad, así que es probable que no nos conozcamos todos, y no pecamos de soberbios al evidenciar nuestra trayectoria, tampoco debería ofendernos, creo yo, si nos preguntan «¿y vos quién sos?», no obstante, es obligación de quienes disponen los recursos para llevar a cabo un evento tan importante como el aniversario de la ciudad, hacer esa misma pregunta a todos los que va involucrando, y considerar que aquellos quienes llevan años trabajando en promover las actividades culturales de la zona sean tenidos en cuenta, no sólo por ser «cabezas pensantes», sino por el valor que aportarían al evento en cuestión.
No basta con tener buenas intenciones, si decís que estás haciendo algo bien hecho, que se note. Si tu presupuesto es de mil setecientos millones, que se reflejen los mil setecientos millones. Otro cuento que ya no cuadra es el de «queremos gente pensante», toda la gente es pensante, no sólo la que esta de acuerdo y valide tus ideas. Es casi una obligación de las autoridades que están a cargo del evento mencionado, que conozcan quienes están dispuestos a «colaborar con su arte» y que esa colaboración ya no va más como un espacio de vidriera, como si fuera un favor, sino como un espacio profesional, en donde ambas partes intercambian valores.
En una ciudad que aún pelea por tener identidad, nos viene bien preguntarnos entre todos ¿Y vos quién sos?.
¿Quién soy yo? Soy una ciudadana, que aporto dentro de mis posibilidades, cuestiono también dentro de mis posibilidades, y escribo en este espacio, dentro de mis posibilidades. ¿Y vos quién sos?
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